Costa Gavras adapta al cine su libro autobiográfico en la película ‘Comportarse como adultos’ que se estrena el viernes.
Yanis Varoufakis (Falero, 1961) es de los pocos ex ministros de finanzas (con o sin moto) que puede presumir de haber inspirado una película. Es más, el actor Christos Loulis hace de él. Con moto. Costa-Gavras dirige Comportarse como adultos, que se estrena hoy, y ahí aparece retratada la crisis de 2015 en la que el país heleno a punto estuvo de quedarse fuera de algo más que sólo Europa.
P. Actualidad obliga, ¿qué piensa de lo que ocurre en Barcelona?
R. La sentencia no ha hecho más que ratificarme en lo que creo. Como griego y como europeo, no tengo nada que decir sobre la independencia, eso es algo que le corresponde decidir al pueblo de Cataluña exclusivamente. Lo que sí creo es que es inadmisible que haya políticos encarcelados en España. Se trata de políticos cuyo único delito es haber defendido libremente un proyecto político.
P. La condena es por haber cometido un delito, sedición, según la ley vigente…
R. Entonces lo que hay que hacer es cambiar la ley o la Constitución. Cualquier Constitución que justifica el encarcelamiento de ciudadanos o políticos por llevar a cabo una campaña para votar merece ser abolida inmediatamente. Es injustificable…
P. Ya con la película delante, considera que Comportarse como adultos es una enmienda a la totalidad a Europa…
R. En absoluto, quiero dejar muy claro que ni yo ni Costa-Gavras somos euroescépticos. Al revés. Los dos nos consideramos ardientes europeístas. Cuando me he enfrentado al resto de los ministros de finanzas en la Unión Europea, incluido a mi amigo Luis de Guidos, no me enfrentaba a Europa sino a su forma de hacer política y unas políticas económicas que sólo pueden ser denominadas como idiotas. No es que vayan en contra de la gente, que también, sino que no conducen a ningún lado con su idea de ahogar al país que intentan rescatar.
P. Costa-Gavras habla de la necesidad de otras lecturas…
R. Ése es precisamente el punto. Asistimos a dos narrativas en conflicto. Una viene de Bruselas y considera a Europa como una gran e inmejorable empresa con pequeños problemas aquí y allá. Y la otra es la de los euroescépticos como Marine Le Pen, Salvini, los partidarios del Brexit en Gran Bretaña y hasta Vox en España que básicamente ven en la Unión Europea el chivo expiatorio de todos los males. Es Mefistófeles. Pero la verdad es que ninguna de esas dos lecturas tiene nada que ver con la realidad. La Unión Europea es, de momento, sólo una aspiración.
P. Vamos que en su opinión ni existe siquiera…
R. En efecto. Es sólo una idea y, lo peor, es que nos estamos alejando de ella. Lo curioso es que el ‘establishment’ de Bruselas y los escépticos de la extrema derecha son amigos, se necesitan uno a otro para mantener sus posiciones.
P. No entiendo…
R. Mire el caso de Macron en Francia. Él nunca ha ganado de forma clara unas elecciones. En la segunda vuelta, le hizo presidente de la República el miedo a Le Pen. Uno necesita al otro. Jean-Clude Juncker y Angela Merkel viven y se mantienen bajo la amenaza de que si no estuvieran ellos, su puesto lo ocuparía Matteo Salvini. No se vota por un proyecto, se vota contra el proyecto de los otros. El fascismo necesita del ‘establishment’ y éste sin el fasntasma del fascismo no existiría.
P. No me queda claro si es una iluminación o una provocación…
R. En absoluto. Le pondré otro ejemplo. Las políticas de austeridad hacen crecer la rabia, la ira y, evidentemente, la extrema derecha. ¿A quién votaría usted entonces para evitar a Vox, por ejemplo? Pues precisamente a los que mantienen esas políticas. Es así de absurdo. No se oponen, son socios.
P. Y entonces llega la izquierda y es incapaz de ponerse de acuerdo como ha pasado en España… Gavras dice que al contrario que la derecha, la izquierda nunca sabe exactamente lo que quiere.
R. Sí, es así. Históricamente, la gente que quiere cambiar las cosas tiene problemas de organizarse. Mire el caso incluso de la Iglesia a lo largo de los siglos. En lo que respecta a España, mi crítica a Podemos es que nunca han desarrollado una estrategia sobre Europa. ¿Qué harían con el Banco Central Europeo? ¿Qué haría un hipotético ministro de finanzas? ¿Qué políticas europeas proponen? Nadie dice nada. Es un partido que me resulta provinciano, muy miope. Y su alianza con Tsipras fue un desastre después de su capitulación.
P. ¿Y el PSOE?
R. Su postura es la un partido más del ‘establishment’.
P. ¿Qué relación mantiene con la etiqueta de populismo?
R. El populismo en Europa es siempre de derecha. Hay un empeño por hablar de populismo de izquierda y de derechas como dos aspectos de lo mismo. Quizá en Iberoamérica es así, pero en Europa no. Aquí, el populismo se significa por proponer soluciones simplistas a graves problemas que traen consigo desesperación, rabia o pobreza. Y de ahí viene el nacionalismo, la xenofobia… Y eso es terreno abonado para la extrema derecha tanto en los años 30 como ahora mismo. La izquierda es por definición internacionalista y eso la vacuna contra el nacionalismo. Ser de izquierdas y nacionalista es un contrasentido.
P. Toca hablar del Brexit.
R. He estado recientemente en toda Gran Bretaña. En Irlanda, Escocia, Inglaterra… Lo único que tengo que decir es que hubo un referéndum y se perdió. No soy de los que dicen que fue un error votar. Nunca es un error votar. No creo que se deba votar otra vez. Creo que lo más sensato es respetar la voluntad popular a la vez que se minimiza el coste del Brexit tanto para Europa como para los propios británicos.
P. ¿Cómo se imagina la solución a este nudo imposible?
R. Le contaré cuál es mi sueño. Lo ideal es que el Reino Unido se vaya formalmente, pero que no abandone ni el mercado único ni la unión de fronteras. Y que en cinco o seis años, cuando hayamos democratizado Europa realmente, entonces regrese.
P. ¿Cree que Grecia sigue bajo una sentencia de muerte, como declaró tiempo atrás?
R. No creo haber usado una expresión tan dura. Hablé de prisión. La historia de mi país es la de un país canibalizado por la oligarquía interna y externa. Y eso sigue siendo así.
P. ¿Mantiene alguna relación con Tsipras?
R. El Tsipras que yo conocí ya no existe. Tengo la impresión de haber asistido con él a una película de ciencia-ficción en la que un ser humano es invadido por un extraterrestre. Parece el mismo, pero no es la misma persona.
P. Y la última: ¿qué impresión le hace verse interpretado por un actor? ¿alimenta al narcisista que vive dentro de usted?
R. En absoluto. Vivo bien conmigo mismo porque no me reconozco en lo que dicen de mí. En cuanto adquieres una relevancia pública, todo el mundo cree saber cómo eres, qué piensas… Y te das cuenta pronto de que eso es incontrolable.
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