Creó un movimiento paneuropeo desde el que diseñar su regreso: Diem25, con sucursales ya en capitales europeas. También en Madrid. Sus miembros decidirán si se presenta o no a las elecciones
Yanis Varufakis desembarca de nuevo en Grecia después de una travesía por el desierto que ha durado casi dos años. Dos años en los que, a decir verdad, nunca ha terminado de marcharse, bien porque algunos de sus diagnósticos se cumplieron (la implacabilidad de los acreedores) o porque en el debate político evocaba el periodo más ‘intransigente’ del Gobierno de Tsipras, aquel del pulso con la troika durante el que se amenaza con que Varufakis, experto en teoría de juegos, doblegaría a sus adversarios con sus órdagos.
Este desierto en el que él decidió autoexiliarse tras su agotador mandato como ministro de Finanzas le ha servido para retomar fuerzas y crear un movimiento paneuropeo, Diem25, desde el que dar forma a su regreso. Lo cierto es que, tras ese intenso trabajo como primer responsable económico de un gobierno de izquierda radical en Grecia, su dimisión quedó como un relato inacabado. Se barruntaba en el país que Varufakis volvería, la única duda era cuándo. Demasiadas cuentas pendientes para un intelectual de altura que quiso salvar a su país de los ‘malvados’ hombres de negro y salió trasquilado entre las bambalinas de la ‘realpolitik’.
A finales de abril, Diem25 organizó su primer acto en Grecia, en Salónica, tras una larga gira europea de presentación en la que Varufakis se presentaba como ese héroe en desgracia que era, un Ulises volviendo a Ítaca. Idolatrado por la izquierda del continente, su tono cabal y profesoral había calado en todas las capitales europeas con sus soluciones a primera vista bien ponderadas. Capitales como en Berlín, donde un auditorio repleto le vio presentar el movimiento en 2015, han creado sus propias sucursales. También Madrid.
Se podría pensar, con cierta lógica, que el economista elegía la segunda ciudad del país y evitaba Atenas para su primer acto con el objetivo de medir fuerzas primero fuera de la capital, calibrar su impulso antes de poner el pie en el centro de poder de Grecia.
Diem25 alegaba a razones históricas: fue el lugar en el que el socialista Avraam Benaroya fundó la Federación Socialista de Trabajadores, donde se produjo una sangrienta huelga general de trabajadores del tabaco en 1936, con 12 muertos y 200 heridos, donde dos diputados fueron asesinados, uno de ellos durante la dictadura. Eventos escogidos de la lucha de la clase obrera para marcar el tono, de nuevo épico, de su regreso.
“Si nos presentamos a las elecciones o no lo tienen que decidir los miembros de Diem25”, decía Varufakis en una entrevista reciente, dejando en manos de los militantes esa metamorfosis de movimiento a partido. Pero, por el resto de sus respuestas quedaba claro que él, sin sombra de duda, quiere presentarse. “¿Con quién pactaría usted si saliera elegido: con Nueva Democracia (conservadores), con Syriza, con Pasok (socialistas)?”, le preguntaba el entrevistador para tratar de arrancar un titular. La respuesta, lapidaria, no defraudó: “Y con el diablo si fuera necesario si hay una razón y un método para parar la crisis”.
Apenas unos días después, los conservadores lanzaban un comunicado muy duro contra su movimiento, similar a un ataque preventivo ante el posible efecto Varufakis. Ahora que Nueva Democracia lidera las encuestas con 16 puntos de ventaja no quiere perder su oportunidad, sobre todo porque si los griegos les prefieren es más por el desencanto hacia las políticas del Gobierno que a la confianza su proyecto.
Lo cierto es que actualmente pocos políticos griegos pueden presentar una hoja de servicios tan coherente como Varufakis. El hombre que decretó la muerte de la troika, y desafió a sus prestamistas en todos y cada uno de los eurogrupos manteniéndose en sus principios, supo retirarse cuando la apuesta era demasiado alta: firmar el tercer memorando de rescate. Eso se lo dejó a su sucesor, Euclides Tsakalotos. Fue el primero en marcharse y por ello el único que mantuvo su expediente limpio de haber tragado con la troika. Incluso los diputados que se marcharon de Syriza y formaron sus propios partidos en algún momento cedieron ante la troika, apoyando al Gobierno mientras firmaba este nuevo rescate. No así el fiero Yanis, que se fue sin doblegarse.
Ejes de su movimiento: deuda e impuestos
Diem25 se ha mantenido hasta ahora en el terreno de las ideas, llamando a una “democratización de las instituciones europeas desde la izquierda”, aglutinando a intelectuales de izquierdas como Naomi Klein o Chomsky e inclasificables como Zizek. Proponiendo un programa bajo el carisma de Varufakis, pero sin gran repercusión en los medios griegos, en parte porque están más atentos a los problemas financieros de sus empresas y a las siempre dramáticas negociaciones entre su país y la troika.
Las ideas destiladas por el movimiento se pueden concentrar en dos ejes: reestructuración de la deuda privada y pública y bajada generalizada de impuestos. Una verdadera revolución desde arriba cuya implementación parece utópica. Varufakis diagnostica que Grecia está en una cuádruple bancarrota: el Estado, los bancos, las empresas y los ciudadanos. La idea sería “sentarlos” a todos a la mesa para decidir cómo reestructurar ese arabesco de deudas.
Sus recetas, por lo demás, combinan medidas liberales -como la reducción de las cargas a empresas y autónomos- e izquierdistas -como un programa de protección a los más desfavorecidos- y despiertan dos preguntas que le devuelven a la misma casilla en la que se quedó cuando dimitió como ministro de Finanzas: cómo pagarlas con una Grecia cerrada a los mercados de deuda, con unos acreedores dispuestos a hacer naufragar cualquier experimento que se salga de sus directrices; y cómo llevarlas a cabo “sin negociar con nadie” como proclama Varufakis, que confía plenamente en poder resolver las contradicciones que no consiguió como ministro si llega a ser el primer ministro.
Este exilio personal no solo le ha servido a Varufakis para impulsar un proyecto, también ha escrito su ajuste de cuentas personal o catarsis tras esos meses en el poder. El título ‘Adults in the room’, parafrasea un comentario entre exasperado e irónico de Christine Lagarde, que en las tensas negociaciones de 2015 quiso decir que la delegación griega tenía que comportarse como “adultos” al entrar en la sala.
En este libro, calificado por el nada objetivo periodista Paul Mason como “las mejores memorias políticas de la Historia”, Varufakis desgrana fragmentos relevantes de esas conversaciones de Eurogrupo que decía tener grabadas y en las que, por ejemplo, Lagarde y Schäuble le reconocieron que las recetas que le imponían “no funcionarían”, pero que las tenía que aplicar de todos modos. “Como un patriota, no. Son malas para tu gente”, dice Varufakis que le dijo el ministro alemán.
Tampoco deja indemnes a los miembros de su propio Gobierno, y es especialmente duro con Tsipras, del que dice en un momento dado que “siguió la práctica habitual de estar de acuerdo con todo lo que había dicho, pero sacando la conclusión contraria”.
Hace apenas una semana Varufakis presentaba, por fin, Diem25 en Atenas ante unos centenares de espectadores que apenas llenaron un polideportivo municipal, lo que da muestra de lo embrionario que de momento es el movimiento-partido en Grecia. Aún tiene mucho margen de crecimiento hasta las próximas elecciones, que, dicho sea de paso, pueden ser en cualquier momento. Por si acaso el propio Diem25 clamaba haber “conquistado Atenas”. El efecto Varufakis todavía no golpea fuerte, pero, como es habitual en él, llega con ganas de hacer ruido.